Alucinación

Primero, quiero aclarar algunos puntos sobre el siguiente cuento. Esto no le pasó a nadie, es una historia que me inventé en base a las previas que hacen los pibes hoy en día, a las actitudes rebeldes de los adolescentes y a la droga, un factor que tuve que usar para poder mezclar realidad y alucinaciones, solo para eso.
La moraleja del cuento tampoco es "no tomes drogas". No soy quien para decidir esto, cada uno es responsable de lo que hace y en los temas que se mete. No soy un moralista ni mucho menos. Digamos que el objetivo del cuento es simplemente reflejar la sociedad actual mezclandola con algunos toques de locura y cosas raras con el simple hecho de entretener. NADA MÁS.
Gracias, espero que les guste.

Alucinación


La fría lluvia de julio cae sobre Chacabuco. La avenida Alsina se encuentra despoblada. La gente se refugia en sus hogares, al calor artificial de diversos  instrumentos como calefactores, estufas eléctricas y algunos, aún, con chimeneas a leña. Algunos perros buscan refugio bajo los techos de los negocios. Los semáforos, como guardianes y protectores del orden y los accidentes, siguen funcionando pese a las adversidades. El cielo gris produce escalofriantes ruidos al tiempo que lanza cantidades de agua cada vez mayores. La tarde es más oscura de lo normal, como toda tarde lluviosa que impide que el sol invada y alegre las almas de las personas. Las gotas que caen parecen rayar el aire, como un niño con una lapicera lo hace con un cuaderno. La noche cae irremediablemente y muestra una desolación aún mayor que la de su predecesora. Ésta anuncia la salida de Rolando de su hogar. Quedó con sus amigos, como todas las noches, en juntarse en la casa de uno de ellos. Con su campera para la lluvia, enfrenta la tempestad. Cruza la plaza San Martín con normal tranquilidad aunque con mucho frío.
Pasados unos 10 minutos llega a destino. Entra en el domicilio de su amigo y se saca su abrigo.
_ Como llueve afuera.
_ Si, una porquería de tiempo. – responde su camarada.
_ aún así prefiero mojarme y morirme de frío a quedarme en casa discutiendo con mis viejos.
_ Si, suelen ser insoportables. Acá tenemos todo lo que necesitamos. – agrega su mejor amigo.  El rock empieza a sonar a todo volumen devorando la armonía del ambiente. Escuchan temas de Metallica, Iron Maiden, Megadeth, Rammstein, entre otros. Al cabo de un rato llegan varios amigos más, el alcohol se hace presente y los jóvenes empiezan a entonarse. Las horas transcurren más rápido a la percepción de los jóvenes contaminados por sus bebidas.
_ Demasiada cerveza – dice Rolando -  mientras sale afuera. Como es costumbre, siempre van a orinar al baldío de al lado. Al salir afuera nota que ha cesado la lluvia, puede escuchar la música que emana de adentro de la casa y tararea la canción. A su lado se percata que un amigo también está orinando y éste le habla.
_ parece que los pibes consiguieron algo para viajar a otra realidad – dice con una voz excedida de emoción.
_ ¿ah si? Igual no creo que la pruebe. – responde Rolando con sutil indiferencia.
_ no pasa nada, una vez no te va a hacer mal. – responde su amigo mientras se prende el pantalón y vuelve a entrar a la casa.
Al regresar a la sala, Rolando observa a sus amigos sacando LSD de una pequeña bolsa. Se sorprende al notar la cara de estúpida inocencia y conformidad ante aquella sustancia.
Vamos a probarlo todos. – sugiere uno de sus compañeros. De repente cambian de CD y ponen el tranquilo y oscuro Pink Floyd. Uno apaga las luces. Varios empiezan a drogarse, él está en duda. No sabe que hacer, solo tiene 16 años, no sabe cuales serán los efectos, quiere negarse pero teme perder el respeto de sus amigos. De repente recuerda las palabras de uno de ellos “no pasa nada, una vez no te va a hacer mal.” Con la mano algo temblorosa y un mar de dudas se avienta aquella sustancia en su boca.
Todo está calmo, los adolescentes se encuentran sentados tranquilos, cada uno en su mundo, cada uno en su aventura, cada uno en su realidad. Us and Them suena de fondo y la oscuridad se mezcla con los cantos de David Gilmoure. Rolando escucha la canción pero siente como ésta cada vez se aleja más de él, como si fuese un leve susurro a sus oídos. Cierra los ojos y respira profundamente, no hay punto de diferencia entre la oscuridad de la habitación y la de sus ojos cerrados. Empieza a pensar en su pasado, su niñez, sus fracasos y éxitos (pocos por su corta edad), sus más profundos sentimientos y deseos encarnan en su mente. Aparecen personas, escucha voces, transita lugares, olfatea aromas, ve colores mezclados como si de un arco iris se tratara. El tiempo es imposible de entender. De a poco va regresando, la música de fondo vuelve a llenar sus oídos y lo despierta de su letargo. Su vista está acostumbrada a la penumbra. Observa a su alrededor y nota que sus amigos aún están sentados en sus respectivos lugares, con los ojos cerrados, quizás en un mundo muy lejano a éste. Cree haber vuelto a la realidad.
Al cabo de unos 20 minutos y de un par de vasos de cerveza ingeridos, vuelve al baldío. Alza la cabeza y observa que la lluvia ha comenzado a caer nuevamente, sin embargo, no siente las gotas, que caen como objetos muertos sobre su ropa, su pelo y sus brazos. Se siente raro, su cuerpo no es suyo, como si no pudiese manejar sus propios movimientos. Entra al baldío, está diferente a lo que era hace un rato, no puede notar en que sentido, solo puede notar algunas incoherencias. – Ya he salido del efecto de la droga- se dice mientras se prende el Jean. En efecto, los movimientos de sus brazos vuelven a la voluntad de su cerebro y ya siente el efecto de las frías gotas sobre su cuerpo. Sale de aquel terreno invadido por la naturaleza para volver con sus amigos y despertarlos en caso de que sigan “dormidos”.
_ espere por favor – dice una voz a sus espaldas. Rolando se da media vuelta y observa, parado, en medio del baldío a un hombre de pelo negro, bastante narigón y vistiendo de traje. Una ropa muy elegante pero muy tétrica teniendo en cuenta el contexto: un pedazo de tierra abandonado. Tiene todas las pilchas del mismo color, tanto su chaleco como su camisa y pantalón, de un rojo intenso como la sangre que recién conoce la vida exterior tras salir de una lastimadura.
El joven está listo para salir corriendo en cualquier momento, aún así responde a aquel hombre.
_  ¿que quiere? - pregunta el adulto sonríe y responde a su pregunta mientras avanza unos pasos.
_  platicar un poco con usted, señor Rolando
_  ¿como sabe mi nombre? – vuelve a preguntar un poco más tenso y asustado.
_  eso no importa. Peor aún es otro tema – comenta el sujeto.
_  ¿Cuál otro?
_ Usted acaba de drogarse, yo lo vi. – el pánico se manifiesta en el interior del adolescente al mismo tiempo que un ciclón de preguntas sin respuestas lo invade. ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Cómo sabe que me drogué? ¿Quién es este tipo? Se pregunta interiormente. – ¿no querrá que su familia se entere verdad? – pregunta el hombre como si estuviera extorsionándolo.
Rolando, desconcertado, sale a toda velocidad del baldío. Sin mirar atrás se mete en la casa, como si huyendo se olvidara de la existencia de aquella extraña persona y de todo lo que ésta le dijo.
El reloj de su celular marca las 4 de la mañana. Algunos de sus amigos están despiertos. Sin embargo, Rolando no puede derrotar al miedo, a la duda, a la incertidumbre, esos sentimientos ya son parte de sus pensamientos.
_ me siento medio descompuesto, me voy a casa – comenta a sus amigos. Se levanta y sale a paso lento, de fondo escucha varias voces que le hablan, sin embargo a el le parecen fases incoherentes, sin destino, o quizás, es su mente la que no puede interpretarlas y darles coherencias. Desconcertado se retira. La lluvia no invade las calles pero si el frío. Abrigado hasta la nariz, con las manos en sus bolsillos y el efecto del alcohol en su cabeza, transita las calles de Chacabuco. El pueblo está desolado, a esa hora y con esa temperatura, a nadie se le ocurre salir de casa.  Esa calma es la que lo inquieta, el silencio lo obliga a escuchar sus paranoicos pensamientos. Atraviesa la plaza san martín, los árboles le dan miedo, siente que lo observan y el leve viento los hace susurrar a su alrededor, como si supieran lo que hizo. Finalmente llega a casa, abre la puerta con su llave y se desliza silenciosamente sobre el colchón de su cama.
Han pasado 2 horas y Rolando no puede conciliar el sueño. Harto de dar vueltas y no poder dormirse, se levanta y va a la cocina. La paz reina en la casa, no así en su interior. Es esa anarquía que se produce dentro suyo la que no lo deja dormir. – Quizás aquel hombre no existe realmente – se dice – fue producto de mi imaginación y los efectos del LSD. - Al plantear esa teoría, se siente un poco más aliviado. Nadie contará a sus padres lo que hizo esta noche, o eso quiere creer. Se dispone a irse a dormir, ya mas relajado cuando, parado en la puerta, ve a aquel hombre de rojo. El alivio que creyó haber encontrado se esfuma como un pájaro en el vasto cielo. Aturdido, se pone de pie, apoderado por la ira también.
_  ¿que hace en mi casa? ¿Cómo entró? Váyase. – sus palabras son simples y concisas, pero en un tono tajante.
_  disculpe, ésta también es mi casa ahora.
_  ¿a que se refiere?
_  yo llegué a este mundo gracias a usted, Sr. Rolando. – comenta aquel ser narigón.
_ ¿eh? ¿De que está hablando? No entiendo nada. – el joven no puede creer lo rara y oscura que se torna ésta noche o madrugada. - Yo creí que usted era una simple criatura creada por mi imaginación y los efectos de la droga.
_ quizás aún está drogado, en otra realidad.
El joven ahora está anonadado, en un mar de dudas, ¿tanto dura el efecto de la droga? Imposible. Pero no tiene lógica que ese hombre siga existiendo entonces. Rolando se niega a creer en su existencia.
 _ yo no estoy drogado. Es imposible que usted esté aquí. – dice el adolescente firmemente.
_ muy bien, haga lo que quiera, no acepte mi existencia si no quiere. Supongo que tampoco le apetece que sus padres se enteren que usted ha ingerido sustancias maliciosas para su salud.
_ Por favor no les diga nada. – suplica el muchacho.
_ Pero si usted no cree que yo exista, como voy a decirles. ¿Que tal si probamos?
_ No, por favor, le creo. ¡Existe realmente!
_ Bien, no diré nada. Aún así se terminarán enterando, más en un pequeño pueblo como éste, donde la gente sabe todo de todos. Conozco una forma de evitar que ellos jamás se enteren de su secreto SR. Rolando.  – en ese instante, el hombre de traje rojo se dirige al cuarto de sus padres y empieza a arrancarles los miembros letalmente. Elloscuarto de sus padres y empieza a arrancarles los miembros letalmente. Ellos despiertan debido al dolor que sienten, a su madre le falta un brazo, a su padre le arranca la cabeza con sus largas uñas. Finalmente bebe la sangre derramada como si de un buen vino se tratase. Rolando observa esa escena como si fuese una mala película Gore, pero sabiendo que se trata de su familia la que es despedazada, cae con el peso de su cuerpo sobre sus rodillas, se toma la cara con sus frías manos y lanza un llanto desconsolado. Sus manos le tapan los ojos y finalmente ve oscuridad, la misma que observó hace un rato cuando tomo el LSD, la oscuridad lo trae nuevamente al mundo, a su mundo. Ahí se encuentra, sentado escuchando la leve música de fondo. Sus amigos aún están dormidos a su alrededor.
_ ¡era todo producto de esta droga alucinógena! – se dice mientras se levanta. – pensar que en esa alucinación también despertaba y me dirigía a casa. Fue el sueño más real que jamás tuve. Ésta pastilla te hace sentir gran cantidad de sensaciones y te hace creer que estás en la realidad, ¡es genial y aterradora! El encuentro con el diablo, el descuartizamiento de mis padres, todo eso fue irreal. Me pregunto, ¿a donde más viajaré la próxima vez que alucine? – se pregunta el joven mientras detecta sangre coagulada en sus manos y su ropa totalmente manchada.
Los padres de Rolando fueron encontrados, por la policía, despedazados en su habitación horas más tardes.  Él fue encerrado en un manicomio, donde era visitado, todos los días,  por aquel hombre de traje rojo.

Fin.



2 comentarios:

Anónimo 2 de agosto de 2011, 0:09  

usted esta loco

Andrés Guaranelli 2 de agosto de 2011, 16:28  

se jeje

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