El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas - Haruki Murakami
Sinopsis: Dos historias paralelas se desarrollan en escenarios de nombre evocador: una, en una misteriosa ciudad amurallada, el fin del mundo; la otra, en un Tokio de un futuro quizá no muy lejano, un cruel país de las maravillas.
En la primera, el narrador, anónimo, se ve privado de su sombra, de sus recuerdos, y compelido a leer sueños entre unos habitantes de extrañas carencias anímicas y unicornios cuyo pelaje se torna dorado en invierno. En la segunda, el narrador, cuyo nombre también se desconoce, es un informático de gustos refinados que trabaja en una turbia institución paragubernamental enfrentada a otra en una guerra por el control de la información.
Opinión: Bueno, hacía rato que no leía a Murakami, desde junio...
Que se puede decir de este libro que no te lo digan la portada, el título y la sinopsis. Una historia abrumadora y perfectamente construida. Murakami mezcla un poco de ciencia ficción en ese "Tokio futurista" con todo lo relacionado a la percepción de la realidad y el inconsciente. El protagonista de "El despiadado país de las maravillas" es un informático que trabaja para lo que en ese futuro llaman "El sistema". Los cuales tienen sus rivales que quieren robarle información, los "Semióticos". Como si fuera poco, en el subsuelo de la ciudad viven los "tinieblos" una especie de humanos despiadados que viven en la oscuridad. La vida del protagonista cambiará cuando se encuentre con un científico que tiene un laboratorio escondido en las alcantarillas, se enterará de cosas que ocurren alrededor de él y que no podrá evitar.
Fascinante, atrapante, hace que la imaginación del lector vuele. La narración es fluida y siempre entretenida y profunda.
Los guiños de música y literatura están a la orden del día como en todos sus libros. Es genial cuando se acerca el final del libro y el protagonista va escuchando "A hard rain's a-gonna fall" de Bob Dylan.
El hecho de que este libro haya sido escrito en 1985 lo hace aún más asombroso.
Obra maestra. Lo pongo al lado de Kafka en la orilla sin dudas.
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