Nota en la que sale mi nombre :O


En esa nota sale mi nombre, salí segundo en el concurso "Uniendo fronteras 2011" que organizó el Instituto Cultural Latinoamericano. En esta entrada relato como fue esa noche: Crónica de una noche juninense


Este es el cuento con el que participé:


Melquíades, el inmortal

La tarde caía lentamente, la temperatura lo hacía al mismo ritmo. El césped verde tomaba tonalidades rojizas debido al inmenso sol que se ocultaba. El anciano dio varias pitadas a su pipa y se dispuso a sentarse. El joven salió de la casa y tomó asiento a su lado. Ya era costumbre, el atardecer era una ley que los obligaba a dialogar, filosofar y contemplar la maravillosa naturaleza del extenso campo que habitaban. Se acompañaban mutuamente puesto que no tenían a nadie más en el mundo.
_ ¿De que hablaremos hoy abuelo? – preguntó el joven impaciente al tiempo que preparaba el mate. El viejo, de una espesa barba blanca, contaminó el exterior con todo el humo que había contenido en sus pulmones y se preparó para hablar.
_ Hoy no hablaremos de política, ni de filosofía. Simplemente te contaré una historia, mejor dicho, una leyenda. La misma ha pasado de generación en generación. – el chico se impacientó, los cuentos del abuelo solían ser bastantes complejos y pocas veces les encontraba la enseñanza o la moraleja que si hallaba en Marx o John Locke. Se tomó un mate muy caliente y muy amargo. Luego le cebó uno al hombre que hablaba paulatinamente.
Esta historia nos lleva a la vida de Melquíades, quién vaya a saber uno donde nació y en que época vivió. Se dice que nunca conoció a sus padres y que vivió como nómade en tribus gitanas de un lugar a otro, sin un hogar fijo. A los cuatro años era capaz de leer y escribir cual joven de quince años. Su mente estaba tan desarrollada que llegó a asustar a los viejos sabios y líderes que lo acompañaban en sus viajes.
En aquel entonces la gente era muy prejuiciosa, como ahora. Por ser diferente, se lo veía con ojos de envidia y odio como si se tratara del hijo de los demonios. A Melquíades poco le importó. Había llegado a comprender la naturaleza humana y sus pensamientos. Él mismo se consideraba más allá de la especie. Se consideraba de otra raza.
A los quince años, se enamoró de una joven gitana con la que jugaba desde que se unió a la tribu. La muchacha siempre estuvo fascinada por su complejidad intelectual, a diferencia del resto, ella lo admiraba. Era bastante fácil darse cuenta que era un amor correspondido y lleno de lujurias.
Cierto día, Melquíades mostró su último experimento. Alzó sus manos apuntando a un árbol y, a los pocos segundos, las manzanas que de éste se sujetaban tomaron un brillo dorado que hasta el sol envidiaba.
Fue entonces cuando Melquíades se convirtió en el líder. Los gitanos habían quedado tan exaltados y entusiasmados que lo tenían como un dios viviente. Lo admiraban aún más que al viejo jefe que llevaba siempre consigo el pergamino sagrado que había perdurado de generación en generación.
Poco les gustó el prestigio del mago a los grandes reyes. Menos a las iglesias que lo consideraban hereje y maldito. Fue perseguido, su cabeza llegó a valer grandes lingotes de oro.
Al cabo de cinco años, la tribu fue asesinada por aquellos extremistas que buscaban la cabeza del protagonista de esta historia. Melquíades, quien había visto ese inminente presente en su cabeza días atrás, llegó a salvar a su amada. Se refugiaron en “el bosque de los manantiales dorados”. Un lugar creado por los poderes del mago, donde el agua era dorada y los árboles plateados. Pasaron diez años en aquel lugar. Ella extrañaba considerablemente a sus parientes pese al amor que sentía por su único compañero. Melquíades, frustrado, sacó la tristeza de su interior como si fuera una espesa masa de humo y la aspiró.
Pasaron los meses, Rebeca, así se llamaba ella, se encontraba más feliz que nunca, era inmune a los sentimientos grises. Sin embargo, el mago estaba deteriorado. No había vuelto a sonreír. Había cambiado su bienestar por el de ella. “Lo hago por amor, no me arrepiento” se decía una y mil veces. Y es que había sacrificado gran parte de su optimismo, de su inteligencia y su magia por un extraño sentimiento que rodeaba su corazón.
Cierto día salió a caminar, los árboles plateados eran todos tan idénticos que los aborrecía. “pensar que yo los cree” se decía. “Ahora entiendo como se siente dios”. Caminó sin prisa ni pausa hasta encontrar una vieja cueva. Tan antigua que su recuerdo no la hallaba y juró no haberla creado. Lleno de intriga, aquella que no había sentido desde hacía tanto tiempo, se adentró. Gracias a su magia, sus uñas empezaron a brillar y alumbraron el oscuro interior de aquel recinto. Caminó despacio por un largo túnel. Estaba anonadado, no podía creer que, dentro del bosque donde todo había sido producto de sus poderes, existiera algo fuera de su lógica.
Los diez minutos más largos transcurrieron en aquella caminata. Finalmente llegó al final de la cueva. Era una especie de habitación que se habría tras el lúgubre pasillo, de forma redonda pero con la misma precariedad de todo el lugar. Melquíades se detuvo allí. Un gran pergamino estaba colgado en la pared, él se acercó para leerlo. “El secreto de la inmortalidad” era el título del mismo. Su mente empezó a hacer combustión y recordó aquel título. El líder de los gitanos había sido el único en leerlo, los demás lo tenían prohibido hasta que estuvieran cerca de la muerte. Ni siquiera cuando fue líder pudo poner una mano sobre aquel pergamino, era lo único que tenía prohibido. Todos habían sido exterminados sin poder apreciar aquel manuscrito, excepto él. Como un niño travieso se aventuró a abrirlo y leerlo, esperando un largo texto. Sin embargo se encontró con frases bastante breves, aún así las leyó detenidamente. “Si lees este pergamino es porque quieres saber el secreto de la inmortalidad. Perdurar a través de las épocas y las personas. Ser como el viento que nunca muere. La inmortalidad se consigue gracias a la mente. Legará un día en que tu cuerpo será derrotado ante las fuerzas de la naturaleza, sin embargo a través de la mente es posible ser eterno. Mientras no seas olvidado, jamás morirás. Puede que vivas como una leyenda, como un villano o un héroe. Pero vivirás a través de las edades futuras, del tiempo de vida natural de las personas y llegarás a estar siempre en el mundo de la consciencia. Vivirás nuevas aventuras en las mentes futuras, en los mundos creados a través de la imaginación. El secreto de la inmortalidad es no ser olvidado jamás”
Melquíades no entendía como algo tan simple podía ser el secreto de la vida eterna. Entonces recordó el fatídico día en que asesinaron a todos y recordó claramente que el pergamino había sido quemado por una flecha encendida. Se dio cuenta que el rollo estaba ahí, frente a sus ojos en una extraña cueva, porque él lo recordaba y siempre había querido saber que decía. Sin embargo, no lograba entender como se conservaba el contenido de su interior, puesto que él nunca lo había leído, por lo tanto nunca lo había recordado, era información olvidada, muerta.  Fue entonces cuando Rebeca entró en escena. Ella había tenido que leer el pergamino por obligación del viejo gitano, quien sabía que pronto serían exterminados, puesto que estaba al tanto que la iglesia los perseguía por culpa de Melquíades.
_ El contenido del pergamino no se olvidó, yo siempre lo recordaré. Por eso está vivo. – comentó serenamente.
_ También creaste esta cueva ¿no?
_ Así es, es un lugar sagrado que inventé.
_ Entonces, ¿también sos una maga? – preguntó Melquíades consternado.
_ Todos lo somos. Es el poder de la imaginación. Vos estás dentro de mi mundo, creado por mis pensamientos. Afuera, está el mundo que vos creaste, y más afuera aún, el mundo “normal”, que seguramente también haya sido creado por otra mente y así sucesivamente. Es todo un círculo vicioso. – comentó ella con extrema sabiduría.
Melquíades finalmente lo comprendió. Toda su vida había sido un farsa, él no era un mago. Quizás no era real. Era producto de una mente, de una imaginación. Toda su vida no era suya, no era más que un personaje.
Corrió desesperado y asustado. Abandonó a Rebeca para siempre. Salió de la cueva y se encontró en el Bosque plateado, lo que le produjo más miedo aún. Quizás ese mundo tampoco había sido creado por él. Eso es lo que le había hecho creer la mente que le dio vida. Salió entonces al mundo real,  al menos era el mundo donde él había nacido, donde los reyes aún lo perseguían. Pero quizás ese mundo también había sido creado como un contexto idóneo para desarrollar sus poderes.
Frustrado Melquíades visitó pueblos y caminó miles y miles de kilómetros, esperando algún día salir de los laberintos de la mente. Lo cual jamás conseguirá.

_ Mucho menos ahora que yo te conté el relato – comentó el abuelo mientras reía a carcajadas. – Melquíades seguirá siendo eterno, ahora también vive en tu mente.-El joven finalmente comprendió el cuento y sonrió.
_ Así es, Melquíades es inmortal.

Fin

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