¡Los dedos índices me señalan!
Grita entre sollozos quién paranoico está. Pero es
justificada su reacción pues los dedos están al acecho. Se tapa los ojos con
sus manos y aparenta esconderse muy adentro. Pero cada tanto, cuando la
curiosidad lo puede, corre un poco la palma y espía con cautela. ¡Pero lo
siguen apuntando! ¡Los dedos índices me señalan! Grita de nuevo y esta vez,
además de enceguecerse, empieza a trotar en dirección opuesta a su martirio.
Llega lejos, a una inesperada soledad. Se destapa los ojos y
contempla en derredor. Nada. Calma y reflexión. Esos dedos, ¿qué se creen que
son para apuntarme? Ellos también están llenos de imperfecciones, son huesudos,
y tienen uñas muy sucias. ¿Pero… por qué mi dedo también está señalando ahora?
¡Los dedos índices me señalan! Grita, y es que han vuelto a
aparecer. Pero él también los señala. Se señalan. Los de él se ocupan de los de ellos
y viceversa. ¡Los dedos índices se señalan!
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