—Usted ha dicho
a menudo que el arte y el sueño tienen parentesco.
—Claro, al menos
en el primer momento. En el momento en que el artista se sumerge en el
inconsciente, como cuando te dormís. Pero luego sucede un segundo momento, que
es de expresión, observá bien: de ex-presión, de presión hacia fuera. Por eso
el arte es liberador y el sueño no, porque el sueño no sale. El arte sí, es un
lenguaje, un intento de comunicación con otros. Gritás tus obsesiones a otros,
aunque sea con símbolos. Lo que pasa es que ya estás despierto y a esos
símbolos se mezclan entonces lecturas, ideas, voluntad creadora, espíritu
crítico. Ahí es cuando el arte se diferencia radicalmente del sueño.
¿Comprendés? Pero no podés hacer arte en serio sin esa sumersión inicial en el
inconsciente. Por eso es ridículo lo que proponen esos tontos: el deber de un
arte nacional y popular. Como si antes de dormirte te dijeras: bueno, ahora a
tener sueños nacionales y populares.
Silvia se rió.
Ernesto Sabato. Abaddón el
exterminador (1974).
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