Poema

 Quiero

Quiero escribir y no sé qué, a qué o a quién,
Mis manos quieren danzar pero mi mente duerme,
Como lo hacen las hojas al viento mientras el árbol descansa inamovible
Quiero despertar mis sueños,
Oír los rayos de la tormenta de mi destino,
La calma de un futuro próspero y ya superado de ansiedades.
Pero también quiero sentir los nervios de los desafíos,
Que sabiendo que me invadirán prontamente, esperan como leopardos en la oscuridad.
Quiero derrotar al miedo en el coliseo de mi mundo,
Avasallar a las rocas que son cuadradas pero aún así ruedan hacia mí,
No ver al sol con mis ojos débiles, sino con mi mirada desafiante
Y contemplar la noche como Aníbal contempló Roma,
Con ojos de conquistador, con objetivos establecidos, con la mente sumisa a su fuero interno.
Quiero escribir y ya se qué, a qué o a quién,
Al pergamino de mi historia, de mi porvenir,
Quiero rellenar el tanque de mi alma con combustible y salir andando por el mundo.

Al oído del tiempo - Vicente Huidobro

Tengo grandes sueños que acumulan tesoros en las raices de
los árboles

Tengo ese oficio que hace morir el mar
Voy andando en semejanza de cosa alada
A veces canto porque las lágrimas se hacen demasiado gruesas
El Universo viene a picotear en mis manos
Los que no saben lo espantan torpemente

Tengo grandes ansias y verguenza de todo
Como una hora que se detiene a pedir pan
Como aquel que no puede decir lo que quiere
Enterrado al fondo de su raza

Contemplo de tan alto que todo se hace aire
Contemplo el ojo enorme de la tierra
Qué hacer qué hacer
la luna insomne pasa dulcemente
Un río sin voluntad se extasía en silencio
La luz empapada en sus faroles de puertos angustiados
No sabe tampoco que decir
Ni el faro que ilumina las vitrinas del mar

El río tiene pena
y una cantidad de ojos extasiados
Que la noche podría equivocarse
Que los árboles podrían hacerse vagabundos
Luego todo se va
Y yo miro la tierra y sus distancias desesperadas
Cuando las olas se hablan entre si

No hay formas no hay colores
No hay seres al fin de esta luz sin luz
Desaparece la creación y sus augurios
Sus pensamientos sus sensaciones y también sus imágenes
Y hasta sus sueños de sustancias prisioneras
La nada luminosa
ni luminosa ni oscura
La armonía de la nada sin armonía
La nada y el todo sin todo
Para ver esto hay que resucitar dos veces
para sentirlo hay que morir primero

El lobo estepario

                                 El lobo estepario - Hermann Hesse

Sinopsis: El libro se desarrolla a través de unos manuscritos creados por el propio protagonista, Harry Haller, los cuales son presentados al lector por un conocido de Harry en la introducción de la obra. Dentro de los manuscritos se narran los problemas, la vida del protagonista y su difícil relación con el mundo y consigo mismo.
Opinión:  Bueno, por donde empezar con esta obra. ¡Oh si! una obra que debería leer todo el mundo, de esos que tenés que leer antes de morir. Yo creo que lo mágico que tiene el libro es la capacidad de llegar a nuestro pensamiento y forma de ver la vida, la sociedad, etc.
Henry Haller, el protagonista, cuyas iniciales por "casualidad" son iguales a las de Hermann Hesse (HH), es un hombre que ronda los 50 años y aparenta haber vivido todo, o nada. La realidad es que la estrategia del autor, desde mi punto de vista, es que podés llegar a tener dos tipos de apreciaciones cuando terminás el libro. Si sentís que sos similar a Henry o si te sentís mínimamente identificado con el pensamiento del protagonista, este libro te va a cambiar la vida. Pero puede caber la posibilidad de que no te sientas identificado y seas todo lo contrario al prota, por lo cual, quizás, el libro te parezca un ni fu ni fa.
Yo, por suerte, pertenezco al primer grupo.
¿Como no sentirme identificado cuando leía a Henry decir:
"Lo que más odiaba era todo lo mediocre, normal y corriente."?

O como no quedar maravillado ante tan espectacular párrafo:
¡Ay!, y por desgracia la mirada profundizaba aún más; llegaba no sólo a los defectos y a las desesperanzas de nuestro tiempo, de nuestra espiritualidad y de nuestra cultura: llegaba hasta el corazón de toda la humanidad, expresaba elocuentemente en un solo segundo la duda entera de un pensador, de un sabio quizá, en la dignidad y en el sentido general de la vida humana. 
Aquella mirada decía: "¡Mira, estos monos somos nosotros! ¡Mira, así es el hombre!" Y toda celebridad; toda discreción, todas las conquistas del espíritu, todos los avances hacia lo grande, lo sublime y lo eterno dentro de lo humano, se vinieron a tierra y eran un juego de monos...

Hesse hace sentir que vos mismo sos el lobo estepario, por eso ha logrado tantos adeptos, por eso ha logrado que tanta gente cambie su mentalidad con esta obra. 
Pero la genialidad de la obra es que Hesse logra hacer que te caigas al abismo más profundo, lleno de oscuridad y soledad. Un abismo donde las esperanzas están escondidas, perdidas u olvidadas. Así vas atravesando párrafo por párrafo siguiendo los pasos del pobre lobo de la estepa que no es otro que vos mismo. Y entonces, es el mismo autor quien te rescata de dicha oscuridad y pesimismo. Quién te enseña que a veces lo simple puede ser disfrutable en la vida, que no siempre debe vivir uno lleno de penas y complejidades de pensamiento. También puede ser feliz si se deja arrastrar por la corriente de las simples cosas pero hermosas que tiene la vida,  tan perfectamente reflejado en este otro párrafo:
"La mayor parte de los hombres no quieren nadar antes de saber ¿no es esto espiritual? y no quieren nadar, naturalmente! Han nacido para la tierra, no para el agua y, naturalmente, no quieren pensar, como que han sido creados para la vida no para pensar. Claro y el que piensa, el que hace del pensar lo principal ese podrá acaso llegar muy lejos en esto, pero ese precisamente ha confundido el agua con la tierra, y tarde o temprano se ahogara."
o en este otro:
 "Usted ha de acostumbrarse a la vida y ha de aprender a reír. Ha de escuchar la maldita música de la radio de este mundo y venerar el espíritu que lleva dentro y reírse de la demás murga. Listo,otra cosa no se le exige"

Tan simple pero tan cierto. Una obra maestra.




Conversación


Conversación

Cuentan que entró dubitativamente en aquella taberna que, por azares del destino, se cruzó en su camino. El ambiente era bastante triste, se escuchaba de fondo un jazz tranquilo y las personas que allí se encontraban no derrochaban sus energías en lo absoluto.
Decidió tomar asiento junto a la barra. Pronto fue atendido y pidió un whisky. Contempló el vaso lleno con aquella bebida y lo movió un poco. Aparentemente le gustaba el ruido de los hielos al chocarse entre sí y al hacerlo contra el vidrio del vaso. De fondo pudo contemplar un saxo que tranquilizaba su alma obligándolo a cerrar levemente los ojos. Rascó su barba, esa que no se afeitaba hacía ya varios días, y se dispuso a dar el primer sorbo.
Cuentan que el otro sujeto accedió a la taberna unos minutos después. Él no llegó por casualidad. Solía concurrir allí todos los jueves a la misma hora. Era bastante conocido en el lugar por los dueños. Un hombre grande, ya de más de sesenta años que encontraba placentero mezclarse un poco con la penumbra del lugar, con la música que lo inspiraba de fondo y con alguna bebida que lo calentase en esos inviernos congelantes.
Observó cuidadosamente al sujeto que, esa noche, ocupaba su lugar de siempre; mas no le molestó en absoluto. Se sentó al lado de él y pidió el whisky que acostumbraba a beber con gran regocijo. Notó feroces ganas de hablar con ese sujeto sentado a su derecha. Nunca en su vida lo había visto pero su forma de beber el whisky, su cabeza baja observando el vaso le inspiró tristeza.
_ Es un buen whisky. – le dijo finalmente.
El otro hombre lo escuchó hablarle y se limitó a asentir. Luego siguió en su ensimismamiento, perdido en sus pesares, en sus pretéritos acontecimientos que lo llevaban a ese presente lúgubre. Luego de beberse su vaso completamente, pidió otro. La música no cambió de temática. El señor que, minutos antes le había hablado, se encontraba placenteramente leyendo un libro antiguo mientras disfrutaba de su alcohólico trago. Cada cierto lapso de tiempo esbozaba muecas de placer, de risa y también de tristeza. Todo eso le transmitía aquel colectivo de letras. Y fue entonces cuando de él surgieron, esta vez, las ganas de conversar con el semejante de al lado.
_ A veces resulta cómodo y más fácil dialogar con quien uno desconoce. – le dijo al tiempo que observaba como el individuo colocaba un separador en su libro y luego lo cerraba para prestarle atención. Al ver que lo contemplaba entusiasmado y con mucha atención, prosiguió hablando.
_ Quizás por eso resulte la psicología. Las personas que no nos conocen no tienden a etiquetarnos pero si a prejuzgarnos. El analista no nos conoce completamente, así que, quizás, se encuentre en una delgada línea que se abastece de etiquetas y prejuicios. Pero a su vez la gente que ignora nuestra personalidad tiende a etiquetarnos por lo que sus ojos prejuiciosos les dicen. Entonces no nos encontramos más que en un círculo vicioso que nos describe como seres humanos. No le voy a negar que yo, previamente en mi mente, he sacado, involuntariamente, una conclusión de lo que me parece que usted es. Seguramente esté equivocado, pero es parte de la naturaleza humana. Es algo que viene incluido con el don o el defecto del pensamiento. Más que probable es que usted haya hecho lo mismo con mi persona.
El anciano lo miró de manera intrigante pero no dirigió una sola palabra; solo se limitó a asentir.
_ Veo que tiene usted ganas de charlar. – dijo finalmente. Siga contándome, dijo mientras le hacía un ademán.
Entonces, el más joven bebió más whisky y continuó.
 Me han llegado noticias de que esos dos hombres estuvieron charlando cual camaradas de toda la vida, durante toda la madrugada. Debatieron de todos los aspectos habidos y por haber sobre la vida. El barman, que fue el que les advirtió que estaban cerrando, se acercó cortésmente y les explicó que debían retirarse.
_ до свидания – contestó uno.
_ Goodbye – dijo el otro.
Y ambos se despidieron tras un fuerte abrazo.

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No me sé describir a mí mismo. Lo dejo a la percepción del que me conoce y al prejuicio del que no.

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