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Sólo nos está dando una lección
Etiquetas: Mis textos
Grandes esperanzas
Mi lugar favorito en toda la ciudad era la librería de Sempere e Hijos
en la calle Santa Ana. Aquel lugar que olía a papel viejo y a polvo era
mi santuario y refugio. El librero me permitía sentarme en una silla en
un rincón y leer a mis anchas cualquier libro que deseara. Sempere casi
nunca me dejaba pagar los libros que ponía en mis manos, pero cuando él
no se daba cuenta yo le dejaba las monedas que había podido reunir en el
mostrador antes de irme. No era más que calderilla, y si hubiese tenido
que comprar algún libro con aquella miseria, seguramente el único que
habría podido permitirme era uno de hojas para liar cigarrillos. Cuando
era hora de irme, lo hacía arrastrando los pies y el alma, porque si de
mí hubiese dependido, me habría quedado a vivir allí.
Unas Navidades, Sempere me hizo el mejor regalo que he recibido en toda mi vida. Era un tomo viejo, leído y vivido a fondo.
-”Grandes esperanzas, de Carlos Dickens...” -leí en la portada.
Me
constaba que Sempere conocía a algunos escritores que frecuentaban su
establecimiento y, por el cariño con el que manejaba aquel tomo, pensé
que a lo mejor el tal don Carlos era uno de ellos.
-¿Amigo suyo?
-De toda la vida. Y a partir de hoy tuyo también.
Aquella
tarde, escondido bajo la ropa para que no lo viese mi padre, me llevé a
mi nuevo amigo a casa. Aquél fue un otoño de lluvias y días de plomo
durante el que leí Grandes esperanzaS unas nueve veces seguidas, en
parte porque no tenía otro a mano que leer y en parte porque no pensaba
que pudiese existir otro mejor, y empezaba a sospechar que don Carlos lo
había escrito sólo para mí. Pronto tuve el firme convencimiento de que
no quería otra cosa en la vida que aprender a hacer lo que hacía aquel
tal señor Dickens…
El juego del ángel - Carlos Ruiz Zafón
Etiquetas: citas
Todo parece de color gris
Etiquetas: poema
TOM, OTRO HÉROE DE MALVINAS.
TOM, OTRO HÉROE DE MALVINAS.
"El camión me esperaba afuera, junto a mis soldado...s
y los equipos. Tomé un gran manojo de camperas y me dirigí a la
carrera, pero se me cruzó un perro de la base que habíamos criado desde
cachorro y me hizo caer. Me levanté maldiciendo, tomé otra vez las
camperas y retomé mi camino, pero a los pocos metros, el perro me hizo
caer otra vez. De la bronca, lo tomé y le dije: "Estás jodiendo.
Entonces, venís con nosotros a Malvinas", y lo subí al camión.
Al ver el perro, el soldado Cepeda me preguntó asombrado: ‘¿Y eso mi Cabo Primero, cómo se llama el perro?'
Entre risas le contesté: "Desde hoy se llama Tom, porque vamos al Teatro de Operaciones Malvinas"
Al poco tiempo se transformó en el ser más mimado y querido entre
todos, pero debíamos ocultarlo de los superiores. Por eso, en las
inspecciones siempre estaba dentro de algún bolso, campera o saco de
donde sólo salía su hocico para respirar.
Luego de unos días de
espera en Santa Cruz, partimos en un Hércules hacia las islas Malvinas
transportando a nuestro personal, dos cañones Sofma, un Unimog y, desde
luego, a Tom, que para esa altura ya era otro soldado movilizado del
Grupo de Artillería 101.
En Malvinas Tom se comportó como un
bravo artillero. Cuando tirábamos con la máxima cadencia de fuego hacia
los británicos, él se paraba delante del cañón como el mejor de los
combatientes; siempre ladraba y jugaba con aquél que estaba bajoneado
en los momentos de calma para darle ánimo; cuando había "alerta roja de
bombardeo naval", era el primero en salir del refugio para buscar a los
más alejados y el último en entrar a cubrirse; y muchas veces su
instinto canino presintió los bombardeos aéreos antes que se gritara la
alarma, lo cual manifestaba con ladridos que ya conocíamos. Compartía
con nosotros la comida y los soldados le fabricaron un abrigo con los
gorros de lana y bufandas.
El 11 de junio, a las 11:15 hs, un
avión pirata se lanzó frenéticamente sobre nuestra posición
bombardeando nuestro cañón y haciéndolo estallar. Nosotros corrimos a
cubrirnos y Tom, como siempre, parado sobre una roca ladraba dando la
señal de alerta.
El avión efectuó otra pasada, esta vez
ametrallando con furia nuestra tropa que repelía el ataque con fusiles.
En esta oportunidad, varios fueron heridos, yo entre ellos, y Tom, que
corría avisándoles a los más distantes, fue alcanzado por las
esquirlas.
El humo y el olor a pólvora cubrieron el lugar. Como
pudimos, heridos, buscamos a Tom y lo encontramos tendido sobre una
piedra inmóvil, con sus grandes ojos negros mirándonos y despidiéndose
lentamente de sus camaradas".
(Relato del Cabo 1º VGM Omar Liborio del GA 101 EA)