Tiburones

Bueno, hace mucho que no escribo. Este microrelato se me ocurrió anoche y hoy tenía ganas de escribirlo. Fue lindo tomarme un descansito de la historia que estoy escribiendo. Espero que les guste.


Tiburones

Subió al bote de madera que lo esperaba cotidianamente en la orilla del mar. Ese poderoso océano lleno de incertidumbres, retos y miedos. Él, sin embargo lo hizo tranquilo. Sabía que era algo natural, algo que tenía que hacer. La niebla no le permitía ver más allá de unos cuantos metros, pero no era tan espesa como otras veces anteriores cuando ni siquiera podía divisar los remos que tenía sujetados en sus manos.
            Comenzó a remar lentamente sin quejas ni palabras sin fuertes respiros ni profundos movimientos. El agua producía un sonido calmante que danzada en sus oídos. La pureza del aire entraba por todos sus poros adormeciéndolo aún más de lo que ya estaba.
            Probablemente ningún otro barco navegaba por aquellas aguas calmas, llenas de niebla. Solo el suyo estaba preparado en la orilla siempre que él tenía un reto que tomar, una reflexión que descubrir, un miedo que superar.
            Generalmente avanzaba infinitamente sin rumbo alguno. El tiempo no existía realmente allí. Podían ser segundos, horas, días, meses, años. Quizás era otra la forma que decidía el tiempo que quería transcurrir.
            Sin embargo, la calma se cancelaba. Como siempre que llegaba a un cierto punto, todo cambiaba rotundamente. El agua ya no halagaba sus oídos, al contrario, producía sonidos espeluznantes al tiempo que se agitaba como si tuviera vida propia. La niebla volvía a ser un manto más blanco que una nube pura, el aire era huracanado y frío. Y él ya no estaba tácito. Sus pulmones actuaban a la velocidad que su agitada respiración lo pedía. Sus brazos temblaban cual víboras. Sus sentidos estaban totalmente consternados, algunos reaccionaban mejor que otros.
            De vez en cuando, la niebla desaparecía por sectores para dar lugar a feroces tiburones que daban saltos de placer en la superficie, cerca del pequeño bote. Todo tipo de tiburones que él ya estaba acostumbrado a contemplar y padecer. Feroces fieras de distintas razas: pánico, tristeza, envidia, odio, felicidad, amor, esperanza. Todos los tiburones danzaban y salpicaban el barco, algunos más fuertemente que otros, algunos más cariñosos que otros.
            Llegaba el momento en que el barco se destrozaba por los golpes del agua, del viento y de los animales. Él caía lentamente y se sumergía. Era devorado por múltiples mordiscos, cada parte de sí mismo pertenecía a un tiburón diferente.
            Y así aparecía como siempre en la orilla del mar. En tierra firme, devorado por diversos sentimientos en el infinito mar de su consciencia y de su alma.

2 comentarios:

Anónimo 25 de septiembre de 2011, 13:17  

Me encantó! Poner en palabras este tipo de vivencias es bálsamo para el alma! (soy Lau jaja)

Andrés Guaranelli 25 de septiembre de 2011, 13:32  

Que bueno que te haya gustado. Yo creo que muchas veces es necesario expulsar los sentimientos, los pensamientos, los pesares. Yo trato de hacerlo escribiendolo, es la única forma que sé o creo saber jaja.

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