Pánico
Camina de un pasillo a otro, como si supiera de memoria el camino. Dobla a la derecha, luego a la izquierda. El hombre sin rostro y sin personalidad. Es abstracto. Primero es un punto, luego pasa a ser una célula, dependiendo de diversas circunstancias va creciendo. Llega al tamaño humano y empieza a caminar. Cada vez va adquiriendo su propia voluntad, va soltando las cadenas que lo atan y se mueve. Entra en el laberinto, ese laberinto de la mente, blanco, de grandes muros. Debido a las circunstancias externas va aumentando su velocidad, ya no camina, ahora corre. Dobla a la derecha, corre por el pasillo y dobla a la izquierda, no sabe cual es la salida, sin embargo intenta encontrarla. El hombre sin rostro se da cuenta que se hace más fuerte, cada vez es más humano, sabe que la salida del laberinto está cerca. Su paso y respiración se aceleran, también sus ansias de libertad. Por más que en el exterior estén tratando de evitar su fuga, él continúa, porfiado y terco tratando de derrotar a la mente. Nota que los muros que lo aprisionan se desmoronan y el laberinto desaparece. Se queda en una completa oscuridad, sabe que ganó gracias a su insistencia. Una luz aparece, se dirige a ella.
El joven fue derrotado por el pánico, trató de evitarlo pero su mente le dio vida y libertad. Es muy difícil controlarlo cuando ya está fuera y pertenece a él, a su personalidad y ser. Deberá aprender a eliminarlo o a vivir con él. Ambas opciones son muy difíciles, pero no imposibles. El ser humano no sabe de lo que es capaz, hasta que lo intenta.
Esto es lo que se produce en la mente cuando tenemos miedo, si lo agrandamos y dejamos escapar, él nos dominará. El laberinto de tu mente no debe dejarlo escapar.
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